8.3.11

EL POTENCIAL CREATIVO DE LA ESTRUCTURA

La arquitectura contemporánea goza actualmente de una libertad prácticamente total en la que casi cualquier planteamiento formal puede ser resuelto y construido.
En este contexto surge la cuestión sobre qué papel puede jugar la estructura en la definición y el desarrollo de la arquitectura actual y futura, y sobre si, además de su necesaria función estática y resistente puede desarrollar una función creativa relevante, participando activamente en el proceso de diseño de los proyectos.
El diverso origen de nuevas formas arquitectónicas
Un aspecto que resulta fundamental a la hora de analizar la situación arquitectónica actual y de ponerla en contexto con épocas anteriores, consiste en valorar el diverso origen de nuevas formas estructurales y arquitectónicas.
Así, el desarrollo de nuevas formas en los siglos XIX y XX estuvo íntimamente ligado a la aparición de nuevos materiales y sistemas estructurales, que supusieron una auténtica revolución en el mundo de la arquitectura y la construcción.
La utilización del hierro en el siglo XIX, la invención del hormigón, armado primeramente y pretensado más tarde, y la aparición de materiales como el PVC, el ETFE o el PTFE en el siglo XX, constituyeron el verdadero motor que propició el desarrollo de nuevas formas; desarrollo en el que los ingenieros desempeñaron un papel de gran relevancia.
Contrariamente, el final del siglo XX y el comienzo del XXI han estado marcados por la ausencia de nuevos materiales estructurales de la relevancia y el potencial de los ya existentes, así como por las extraordinarias innovaciones que se han producido en las técnicas auxiliares de proyecto y ejecución, que han hecho posible en la actualidad la resolución de prácticamente cualquier planteamiento formal.
Dentro de este análisis del origen de nuevas formas como consecuencia de la aparición de nuevos materiales, resulta revelador valorar el proceso de asimilación y dominio que éstos siguen habitualmente.
Inicialmente, cuando aparece un nuevo material, las formas y tipologías estructurales que adopta reproducen los sistemas precedentes, característicos de los materiales existentes, sin aprovechar ni expresar las posibilidades que el nuevo material ofrece. Es lo que podríamos denominar una fase inicial de descubrimiento y experimentación del material.
Así, el puente de Coalbrookdale, primer puente metálico construido en el mundo, adopta una tipología de arco como herencia de los puentes de piedra, mientras que sus detalles constructivos recuerdan a la construcción en madera.
De la misma manera, los primeros puentes realizados en hormigón armado reproducen las vigas en celosía características de los puentes metálicos.
También en las estructuras de edificación resulta clara esta mimesis inicial con las formas y tipologías precedentes, y los primeros forjados de hormigón armado adoptan sistemas de vigas y pilares que no ofrecen una variación tipológica relevante respecto a los forjados existentes de estructura de madera o metálicos.
Sin embargo, poco a poco, la experimentación con el nuevo material y el aumento del conocimiento y control de sus características y propiedades llevan al planteamiento de nuevas formas y sistemas, acordes con las posibilidades que éste ofrece. Se supera la desorientación inicial y se desarrollan tecnologías apropiadas al nuevo material, logrando la adecuación de materiales, estructuras y formas.
Es en esta fase de conocimiento y madurez donde aparecen nuevas formas y tipologías, que afirman las condiciones intrínsecas y específicas del nuevo material, y tratan de establecer las tipologías resistentes más apropiadas a sus características, con un criterio claro de rigor estructural. Rigor estructural según el cual la forma viene determinada por los esfuerzos a los que se ve sometida la estructura y por la naturaleza de los materiales que la constituyen, y la belleza de la construcción se basa en la depuración de las formas y la optimización de su comportamiento resistente. Es la apoteosis de la forma ingenieril, que se hace patente en proyectos como el Frontón de Recoletos de Torroja.
Finalmente, el conocimiento y control de las propiedades de los nuevos materiales, y la aceptación e interés por parte de los arquitectos de las posibilidades formales que éstos ofrecen, desembocan en una fase de sobredominio del material.
Esta fase está motivada por las inquietudes formales de los arquitectos, que aprovechan las posibilidades que ofrece el nuevo material, pero proponen formas que se alejan de las derivadas estrictamente de sus propiedades y características intrínsecas, en busca de una plasticidad personal que la forma resistente pura no es capaz de proporcionar.
Así, por ejemplo, a finales de los años cincuenta Eero Saarinen diseña la terminal de la TWA en Nueva York utilizando una lámina de hormigón de geometría compleja, deudora de los desarrollos formales de Torroja, pero cuya geometría se aleja decididamente del rigor estricto de las formas ingenieriles para adoptar una libertad y una plasticidad nuevas.
Y esta nueva libertad formal sugerida por los arquitectos, que se sirve de los nuevos materiales y sistemas pero que no deriva directamente de ellos, constituye el preámbulo de la situación arquitectónica e ingenieril actual.
La libertad arquitectónica actual
La situación arquitectónica y estructural actual está caracterizada por una serie de factores técnicos, económicos y sociales que han modificado radicalmente el contexto en el que se desarrolla el trabajo de ingenieros y arquitectos con respecto a épocas anteriores.
En primer lugar no se ha producido en el final del siglo XX o en el comienzo del XXI la aparición de nuevos materiales o sistemas estructurales de la relevancia y el potencial de los ya existentes, que sean capaces de sugerir el desarrollo de nuevas soluciones formales.
A esta ausencia de nuevos materiales se contrapone sin embargo el intenso desarrollo informático y tecnológico que se ha producido recientemente en la construcción en varios niveles:
> Impresionante desarrollo de los sistemas computerizados de representación, cálculo, fabricación y montaje, que ha convertido al ordenador en un potentísimo asistente en la concepción, el análisis y la construcción de propuestas altamente complejas.
> Profundización del entendimiento estructural y desarrollo de potentes sistemas de cálculo que permiten resolver con rapidez y precisión problemas de gran dificultad analítica.
> Mejora notable de las propiedades y de las características de los materiales clásicos, fundamentalmente en términos de calidad, resistencia, durabilidad, control y condiciones de puesta en obra.
La conjunción de estos factores técnicos ha generado un control de las estructuras sin precedentes, propiciando una situación en la que prácticamente cualquier planteamiento formal puede ser resuelto y construido.
A este dominio técnico de la construcción se une el menor peso que cada día tienen los factores económicos vinculados a la estructura, cuya repercusión es fuertemente decreciente en comparación con otros parámetros como el continuo aumento del valor del suelo edificable o con el coste de otro tipo de operaciones no vinculadas a la construcción, y las demandas de una sociedad que valora en exceso lo novedoso y lo sorprendente.
Los condicionantes estructurales, constructivos y económicos que delimitaron y guiaron el desarrollo arquitectónico en épocas anteriores han quedado actualmente reducidos a límites éticos, mucho más frágiles, subjetivos y abiertos a interpretaciones contrapuestas, situando en ocasiones a los arquitectos en una posición sin precedentes de libertad creativa prácticamente total.
El resultado de esta nueva libertad formal en la arquitectura contemporánea es una gran heterogeneidad de formas y estilos que se suceden vertiginosamente, como queda patente si observamos algunos de los edificios más relevantes de los últimos años, cuyo eclecticismo da muestra del grado de libertad e inquietud actual.
Este contexto arquitectónico tiene una repercusión directa en la relación entre la arquitectura y su estructura resistente que se puede concretar en dos aspectos fundamentales:
> La escasa restricción formal que suponen actualmente los requisitos estructurales y constructivos, incluso en proyectos de gran envergadura y complejidad, hace que no sea estrictamente necesario tener demasiado en cuenta los condicionantes estructurales a la hora de plantear el diseño del proyecto. El desarrollo formal de la arquitectura actual puede ser, por lo tanto, independiente de su soporte resistente.
>La ausencia de nuevos materiales y sistemas estructurales relevantes han hecho que la estructura, y con ella los ingenieros, pierdan la preponderancia de la que gozaron en los siglos XIX y XX, en los que el desarrollo de nuevas formas arquitectónicas estuvo fuertemente vinculado a la aparición de nuevos materiales y tipologías estructurales.
Esta situación ofrece sin embargo un campo abierto a los ingenieros, que pueden reaccionar y adoptar una posición creativamente activa, proponiendo nuevos sistemas y estrategias estructurales que permitan guiar la nueva libertad formal adquirida por los arquitectos.
Posibles actitudes del ingeniero estructural
En primer lugar el ingeniero estructural puede adoptar una actitud pasiva a nivel de diseño, aceptando la forma arquitectónica como un enunciado predefinido y limitándose a resolver el problema técnico que se le plantea. Por supuesto, el desarrollo del proyecto hará que determinados aspectos de la propuesta inicial del arquitecto deban ser revisados y ajustados para acomodar la estructura, pero en gran medida el ingeniero permanecerá ajeno a su definición formal. En este caso, el arquitecto asume la práctica totalidad del diseño del proyecto, mientras que el ingeniero parte de ese diseño y lo interpreta en términos estructurales.
Es importante señalar que este planteamiento es absolutamente válido y puede dar lugar a proyectos de gran acierto y belleza. La estructura es uno de los elementos que pueden ser utilizados como punto de partida para la definición formal del proyecto, pero no es imprescindible que sea así. Así mismo, en muchos de estos casos, la estructura presenta un nivel de complejidad y de responsabilidad que hacen que su diseño y resolución, por parte de ingenieros de gran talento y habilidad, merezcan admiración y respeto. En estos casos, por lo tanto, resulta absolutamente necesaria una estrecha colaboración entre el arquitecto y el ingeniero, de manera que la estructura sirva de soporte de las ideas del arquitecto y ocupe su lugar en el proyecto de manera coordinada y complementaria.
Un ejemplo, quizás polémico, en este sentido, es el museo Guggenheim de Bilbao, en el que la estructura se subordina a la forma diseñada por el arquitecto. En efecto, la brillante estructura, a pesar de quedar vista en muchos de los espacios, está condicionada y determinada por una forma predefinida que le resulta, en gran medida, ajena. La estructura hace posible el proyecto, pero no influye de manera relevante en el diseño del mismo, que es obra del arquitecto.
Por otra parte, el ingeniero estructural puede adoptar en cambio una actitud activa en el diseño, buscando estrategias y herramientas que le permitan hacer que la estructura adquiera una relevancia determinante en la definición formal del proyecto. En este caso la estructura desarrolla, además de su necesaria función de resistencia y estabilidad, una labor compositiva y formal de gran importancia.
Así, al igual que en épocas anteriores el desarrollo de nuevos materiales y sistemas estructurales posibilitó, en manos de ingenieros de talento, la aparición de nuevas formas estructurales y arquitectónicas, el ingeniero actual puede proponer nuevas herramientas de diseño estructural que sean capaces de definir o sugerir conceptos compositivos y formales que determinen, en gran medida, el diseño del proyecto. El ingeniero trasciende entonces su función de asistente técnico del arquitecto, siendo el diseño final del proyecto resultado de un trabajo conjunto que engloba los conceptos formales de ambos, arquitecto e ingeniero estructural.
Potencial creativo de la estructura
A la hora de considerar la influencia que puede tener la estructura en la arquitectura contemporánea y de valorar su potencial como elemento relevante del proceso de diseño, es necesario señalar dos aspectos que definen claramente dónde se sitúa la labor creativa de la estructura y cuál puede ser su aportación al diseño.
En primer lugar, un factor que resulta determinante para considerar la componente creativa de la estructura es la indeterminación del problema estructural. De una manera general, y salvo casos muy particulares, no existe una única solución a una cuestión estructural determinada, sino que para cualquier proyecto existen numerosas estructuras posibles, buenas, malas o indiferentes.
Ingeniero y arquitecto deben por lo tanto elegir aquella solución que resulte más adecuada para cada caso concreto, en función de determinados criterios y parámetros. Estos criterios pueden ser técnicos, económicos y constructivos, pero también estéticos, formales y conceptuales. Las estructuras, por lo tanto, no son una ciencia exacta, definida exclusivamente en función de criterios objetivos, sino que la elección de una opción determinada entre las distintas alternativas posibles depende también de criterios subjetivos, haciendo que el trabajo del ingeniero adquiera una dimensión conceptual y creativa fundamental.
Por otra parte, toda estructura tiene un ritmo preciso y determinado, y este ritmo afecta, en mayor o menor medida, al espacio en el que se sitúa, que difícilmente puede mantenerse ajeno o indiferente a su presencia. La estructura no es por lo tanto un elemento mudo del proyecto, sino que desarrolla necesariamente una función relevante en su configuración espacial.
Así, por ejemplo, en el momento en que partiendo de una distribución uniforme de pilares se altera la posición de alguno de los soportes, el ritmo cambia, y el esquema neutro y monótono inicial se transforma en un ritmo de mayor complejidad y repercusión espacial.
Una sencilla alteración de la estructura tiene así consecuencias determinantes en el ritmo que genera y modifica irremediablemente la percepción del espacio en el que se sitúa.
A partir de aquí se puede optar por ignorar esta función configuradora de la estructura, tratando de controlar y minimizar su influencia, o por asumirla, buscando sistemas y recursos que permitan investigar y desarrollar su potencial.
Esta reflexión supone así un cambio radical en el entendimiento conceptual de la estructura: los elementos estructurales no son sólo capaces de garantizar la estabilidad del proyecto, sino que pueden desarrollar una función primordial en la definición del espacio en el que se sitúan.
Considerar la estructura exclusivamente como el conjunto de elementos que constituyen el soporte estático de un edificio supone rechazar su potencial creativo en la arquitectura. Si se concibe, en cambio, la estructura como un elemento activo de la definición del proyecto, los requisitos estructurales dejan de ser considerados como condicionantes molestos que deben ser resueltos sin alterar el diseño arquitectónico, y pasan a ser oportunidades o estímulos a partir de los cuales plantear el desarrollo de la forma y su configuración espacial y compositiva. La estructura es así un requisito del proyecto, pero también una herramienta capaz de contribuir a su diseño.
Conclusión: La colaboración con arquitectos y el reto de los ingenieros estructurales.
Para defender y desarrollar este potencial de la estructura como elemento relevante del diseño en la arquitectura contemporánea los ingenieros habrán de proponer nuevos recursos y estrategias de diseño estructural, que ofrezcan una respuesta satisfactoria a las inquietudes arquitectónicas actuales, encauzando y guiando el desarrollo creativo de los proyectos.
El interés de estas estrategias de diseño estructural responde a tres motivaciones principales:
> Ofrecer una mayor integridad conceptual a los proyectos, dotando de rigor y coherencia estructural a las formas de la arquitectura actual. Se busca así evitar situaciones en las que la forma es independiente de su soporte resistente, proyectos en los que los planteamientos arquitectónicos y estructurales responden a motivaciones dispares.
> Desarrollar y proponer herramientas de diseño que permitan abrir nuevas vías de investigación y desarrollo, capaces de sugerir nuevos planteamientos formales y conceptuales, ampliando el abanico de posibilidades proyectuales.
> Recuperar y promover la relevancia de la estructura en el proyecto arquitectónico, explorando y desarrollando su potencial formal, de manera que los ingenieros estructurales sean partícipes del proceso creativo.
El pleno desarrollo de estos planteamientos requiere, sin embargo, una nueva organización del sistema de trabajo y de colaboración de arquitectos e ingenieros, con una implicación más profunda y comprometida de los ingenieros en los procesos de diseño y concepción, y una actitud quizás más integradora de los arquitectos. Una colaboración basada en la comunicación, la confianza, el respeto, la complicidad y el reconocimiento mutuos. Un sistema de trabajo que fomente la complementariedad de las distintas disciplinas implicadas, y que considere el proceso de diseño con un carácter evolutivo e integrador, capaz de valorar los distintos condicionantes y requisitos no como factores problemáticos que pueden pervertir el diseño inicial, sino como oportunidades que pueden hacer que este diseño evolucione y mejore.
Estaremos en este caso en una situación clara de colaboración multiplicadora, en la que a los conceptos e intereses formales del arquitecto se unen los planteamientos y las inquietudes estructurales del ingeniero, para definir conjuntamente un proyecto que es mucho más que la suma de forma y estructura.
Y éste es el reto que se nos propone a los ingenieros estructurales: ser capaces de desarrollar el potencial creativo de la estructura, de manera que ésta permita orientar la nueva libertad arquitectónica, participando en su desarrollo actual y futuro.

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