15.5.13

CELAJE. LOS NOMBRES DE LA VENTANA

Los nombres de la ventana
3 Lucero. Lucera. Lucerna
4 Lucernario. Lucarna. Lumbrera
5 Guardilla. Buhardilla
6 Tragaluz. Claraboya. Montera. Linterna
7 Ventanal. Ventano. Ventanera
8 Balconera. Balcón. Mirador. Cierro. Camón. Coche parado
9 Ajimez. Mirilla. Ventanillo. Vasistas
10 Óculo. Ojo. Ojo de buey. Rosa. Rosetón
11 Mezanina. Galería
12 Andana
13 Montante. Luneta. Escucha. Trampilla
14 Respiradero. Buhedera. Saetera. Tronera
15 Jemesía. Espejuelo
16 Celaje

1 Dicen que los esquimales tienen decenas de voces para diferenciar las formas de la nieve, quizás tantas como nosotros hemos heredado de nuestros campesinos para matizar las formas de la lluvia. Sustantivos como llovizna, chaparrón, chirimiri, aguacero, matacabra, calabobos, chubasco... Verbos como chispear, lloviznar, diluviar, jarrear... Adverbios como torrencialmente, mansamente... Expresiones como chuzos de punta, a cántaros, a mares... Lo que nos es tan próximo y tan necesario exige y sugiere mil matices que merecen sus correspondientes nombres.
2 Pues bien, en este capítulo trataremos una parte del edificio tan concreta que está reducida a un sólo elemento, pero es éste tan rico y con tantos matices, que él sólo nos permitirá cumplir con las cuarenta voces que nos hemos propuesto tratar en cada uno de estos apartados. Nos referimos a la ventana, el elemento constructivo más importante de la arquitectura, la negación del muro. Construir es levantar muros y cubiertas que encierran espacios, unos espacios que no son habitables hasta que no perforamos esas envolventes para buscar toda la luz, la ventilación y las vistas que el exterior puede darnos. Y hoy más que nunca, la búsqueda de la transparencia y la liviandad hace que se pueda decir que el hueco es ya la materia misma, y casi la única, de la construcción y la arquitectura.
3 Los variados nombres de las ventanas aluden a sus diversas propiedades. De ellas, la más importante, sin duda, es la de llevar luz a las habitaciones. Imagínese lo que pudo significar una entrada de luz en una cueva o en un sótano oscuro. Ese lujo increíble de tener luz en un espacio protegido de las inclemencias del tiempo justifica que el lucero, «postigo o cuarterón practicable por donde entra la luz» (RAE), comparta el nombre con un planeta más rutilante que las estrellas, Venus, el lucero del alba. Pero la misma raíz tienen muchos tipos de ventana que comportan la idea de introducir la luz por la parte alta del espacio habitable: lucera, «ventana o claraboya abierta en la parte alta de los edificios» (RAE), o lucerna, «abertura alta de una habitación» (RAE).


4 Capítulo aparte merecen las ventanas específicas de la cubierta, cuyo nombre más generalizado no está reconocido por la RAE: el *lucernario, «ventana en la cubierta» (MM). La *lucarna y la lumbrera reciben definiciones imprecisas, pero puede deducirse que son voces muy próximas; Paniagua las considera sinónimas, para él son ventanas verticales cubiertas por un plano de cubierta que tiene una pendiente más baja que el resto del faldón «por elevación de una parte de [...] la vertiente de un tejado». Quizá por esa forma de desviación, de salida tangencial, la lucarna es también un aliviadero lateral en una corriente de agua, mientras que la lumbrera es la «abertura por la que sale la viruta en el cepillo de carpintero» (T).


5 Entre las ventanas abiertas en la cubierta, no podemos olvidar la mansarda, que se sitúa en el faldón inferior de un tejado de este tipo (véase Hastial) y la más tradicional *guardilla, «abertura hecha en el tejado, cubierta con una pequeña construcción que tiene forma de casita, provista de ventana en su parte delantera» (MM), aparato que el diccionario de la RAE sólo acepta como buhardilla: «ventana que se levanta por encima del tejado de una casa, con su caballete cubierto de tejas o pizarras, y sirve para dar luz a los desvanes o para salir por ella a los tejados».
6 En esa posición cenital, que privilegia la luz sobre todas las demás facultades de la ventana, se halla el evidente tragaluz, voz que exhibe su glotona capacidad para introducir luz en el interior. Más importante, la claraboya, la poética claire voie, camino de luz, techo de cristales, por ejemplo, sobre una caja de escalera (MM). Como la montera, «cubierta de cristales sobre un patio, galería, etc.» (RAE). Aún más monumental, la linterna: «especie de coronamiento en forma de domo, con vidrieras, calado o en belvedere y puesto en lo alto de un edificio», según el Torroja.


7 Por su tamaño la ventana adopta muchos nombres, pero el diccionario recoge el grande, ventanal, y el pequeño, ventano. Ventanera no es ninguna forma de abertura, sino la «mujer ociosa muy acostumbrada a asomarse a la ventana para ser vista» (RAE). La ventana, efectivamente, no sólo sirve para ver sino también para ser visto, aunque el diccionario es evidentemente ofensivo. E insiste: «hacer ventana una mujer es ponerse en ella para ser vista».
8 Para ver es importante que el hueco llegue hasta el suelo de la habitación, y entonces se le llama balconera. El diccionario de la RAE define así el balcón: «hueco abierto al exterior desde el suelo de la habitación, con barandilla por lo común saliente». Pero hoy reservamos esa voz al plano en voladizo situado por fuera de la balconera y protegido por una barandilla. La importancia de la observación del exterior se evidencia en nombres tan enfáticos como mirador, que es sinónimo de cierro, «mirador, balcón encristalado» (RAE). Da la impresión de que los balcones se cerraron como hoy las terrazas. Se le llama también camón, quizá por la armadura de madera que permitía montar en el balcón la caja vidriada (MM). Es asimismo curiosa la expresión coche parado, que se aplica «a un balcón o mirador en un sitio muy concurrido», según María Moliner.


9 A veces, por el contrario, lo importante es ver sin ser visto. Quizás sea para proteger la intimidad, como se consigue con las celosías. La voz ajimez describía, hasta el siglo XIX, una ventana a la que se adosaba un cajón de celosías para poder mirar incluso hacia los lados. Otras ventanas, por motivos de seguridad, hacen posible que se pueda observar al visitante sin permitir a éste ni el mínimo atisbo del interior, y han dado lugar a todas las pequeñas aberturas en las puertas de acceso que se llaman mirilla o ventanillo: «ventana pequeña o abertura redonda o de otra forma, hecha en la puerta exterior de las casas y resguardada por lo común con rejilla, para ver la persona que llama, o hablar con ella sin franquearle la entrada» (RAE). Es especialmente curiosa debido a su corrupta etimología la voz vasistas citada por Paniagua como una distorsión del alemán Was ist das (¿Qué hay?). Peralta asegura que se trata de un término francés usado de forma abusiva en lugar de montante y ventanillo.
10 La ventana tiene un papel fundamental en la composición de la fachada, y por ello ha adoptado formas diversas y ocupado lugares significativos que han dado lugar a otras tantas voces específicas. Hablaremos en otro lugar de la espectacular serliana, pero aquí podemos citar todos los nombres de las ventanas circulares, como *óculo, ojo u ojo de buey. Rosa o rosetón son también ventanas circulares pero sobre todo este último tiene nervios y forma calados con adornos.


11 De entre los elementos acristalados destaca la mezanina, según el Torroja «el hueco apaisado o ventana que hay en los áticos, sotabancos, etc.», y para Matallana «el vano que sirve de ventana en los áticos o sobrados y es más ancho que largo». Pero también la más próxima galería, palabra que encierra en la actualidad demasiados significados. Galería viene de galilaea, de la región pagana de Galilea, por ser la galería o pórtico de las iglesias donde permanecía el pueblo en vías de conversión (MM). Una galería es cualquier espacio alargado bien iluminado, por eso sirve para habitaciones, pasos entre edificios, aditamentos de planta baja, cuerpos volados en plantas altas y espacios insertos en el macizo edificado.


12 La indefinición sobre si se trata de un espacio abierto al exterior o cerrado por una vidriera aún complica más las cosas. Cada región ha utilizado esa voz para nombrar unos elementos constructivos adecuados a su clima y a su arquitectura popular. Así, llamamos galerías a los amplios miradores acristalados gallegos y a las solanas abiertas a oeste de las masías catalanas. Parece razonable, pues, reservar galería para cierres acristalados y recuperar solana, ándito, ‘logia, porche, etc. para los espacios abiertos. La agrupación ordenada de huecos también recibe nombres como la andana, «la fila de ventanas o balcones que en cada piso o alto de un edificio sigue una línea horizontal» (MT).
13 Sobre las puertas interiores o exteriores es habitual colocar una ventana que ilumina el local aunque la puerta esté cerrada. Es el montante (MT), que se llama luneta cuando tiene forma semicircular (MM). Una función muy particular es la de la ventana abierta para escuchar sin ser percibido; es la escucha: «la ventana pequeña que había en las salas donde se reunían los consejos en palacio, por la que el rey podía escuchar lo que se trataba sin ser visto» (MM). Entre los huecos especiales que se abren en el interior no podemos olvidar a la popular trampilla: «ventanillo en el suelo para mirar al piso inferior» (RAE).


14 Algunas voces están específicamente relacionadas con la función de ventilar los locales. La más explícita es respiradero, «abertura o conducto por donde entra y sale el aire» (RAE), pero también debemos recordar la buhedera, «tronera, agujero», según el mismo diccionario, aunque su raíz procede de bufar (soplar), según Corominas. Por último, quedan algunas voces que recuerdan las aberturas en muros de defensa, pero que hoy se usan para definir ventanas muy estrechas, como la saetera, «ventanilla estrecha de las que se suelen abrir en la escalera y en otras partes» (RAE), o muy pequeñas, como la tronera: «ventana estrecha y pequeña por donde entra escasamente la luz», según la Academia.
15 El hueco a veces no se llega a definir como una forma nítidamente contorneada sino que se trata de un conjunto de perforaciones o calados que llevan, o no, un trasdosado de vidrios. Es el caso de la jemesía, que parece ser una celosía que se puede construir con materiales más gruesos: «enrejado de piedra, ladrillos, yeso o madera para dar luz y ventilación» (MM), o del espejuelo: «ventana, rosetón o claraboya, por lo general con calados de cantería, cerrados con láminas de yeso transparente » (RAE).
16 Celaje, la voz que encabeza el capítulo, alude también a alguna forma de protección. Celar es encubrir, ocultar, y celada, la pieza de la armadura que protegía la cabeza dejando descubierta la cara. Para celaje la RAE tiene una acepción como «claraboya o ventana, o la parte superior de ella». Pero si nos acercamos a la primera acepción, «aspecto que presenta el cielo cuando hay nubes tenues o de varios matices», podemos imaginar que celaje aún sería útil para nombrar los cerramientos de vidrio opalizado que «encubren, ocultan el interior y dan una luz similar a la de un cielo cuando hay nubes tenues».

Ignacio Paricio.

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